07 mayo 2006

"ALJIBE" Sinfonía Andaluza de Manolo Sanlúcar



No sé cuánta gente ha escuchado y conoce la obra titulada “ALJIBE” Sinfonía Andaluza de Manolo Sanlúcar, pero tengo la íntima sospecha de que es poca. Manifiesto mi inseguridad ante la popularidad de la sinfonía, porque sé que se publicó en una cantidad limitada de discos, hoy ese disco no está disponible en las tiendas, de hecho no hay una sola que lo tenga siquiera como “descatalogado” pero con la posibilidad de reponerlo en sus escaparates (seguramente porque por ahora tal posibilidad simplemente no existe) y lo cierto es que cuando se habla del maestro Sanlúcar, todos piensan de inmediato en “Tauromagia”, en “Locura de Brisa y Trino”, ahora seguramente en “Medea” que ha sido regrabada no hace mucho, y en trabajos anteriores como “...y regresarte”, la “Fantasía” para guitarra y orquesta o la trilogía “Mundo y Formas de la Guitarra Flamenca”, y otros, porqué no, recuerdan “Sentimiento”, “Candela”, “Azahares” y “Al Viento”.
Lo cierto es que siempre he tenido la sensación de que esta obra monumental ha pasado de alguna manera un poco desapercibida para la afición de todo el mundo, y a ello incluso el propio Manolo contribuye cuando, inexplicablemente, ni siquiera la menciona en el análisis de sus discos que él mismo hace en su página web
www.manolosanlucar.com
Estrenada en Málaga el 20 de Mayo de 1992, con la orquesta dirigida por Enrique García Asensio y la participación en las voces de Charo Manzano y José Mercé, la sinfonía “Aljibe” es una obra de impresionante belleza, que se amolda a los cánones decimonónicos del concepto sinfonía, es decir, trabajo para la orquesta sin instrumento solista protagónico, porque si bien aquí la guitarra del maestro Sanlúcar suena claramente y tiene sus momentos estelares, a la hora del resumen viene a resultar que la guitarra está tratada como uno más de los instrumentos de la formación y no como ocurre en un concierto para guitarra y orquesta, donde el instrumento solista dialoga con la formación orquestal y nunca deja de tener el papel protagónico. El lenguaje instrumental de la colosal partitura, desarrollado íntegramente por el propio Manolo Sanlúcar, se asemeja por momentos al de Joaquín Turina en su idioma un tanto impresionista y tiende a alejarse un poco del de Manuel de Falla, que se percibe en la “Fantasía” para guitarra y orquesta, muy anterior y en el que la orquestación no es de Manolo Sanlúcar y que todos los guitarristas recuerdan y reconocen por el “picado” insólito que hay al final.
Se trata, pues, de una música impregnada de aromas, colores y luminosidades sorprendentes, con recursos sintácticos que van desde lo netamente floclórico, sugerido a ratos por las percusiones y accesorios de la sección rítmica, al flamenco más encastado y siempre advirtiendo, sin margen de error, que estamos ante una música absoluta y garrafalmente andaluza, del campo, de la costa, de los pueblos, de la calle del vecindario, del barrio de Bajo-Guía en Sanlúcar de Barrameda, a las siembras que están a la espalda del pueblo, camino a Jerez. La luminosidad y alegre frescura que por momentos ofrece la partitura, no pueden sino provenir de un pueblo que junto a los metros finales del Guadalquivir que muere en el Atlántico, recibe al visitante con una sonrisa, aunque en la trastienda también haya penas y agobio, como en cualquier grupo humano.
Las cuatro partes de la sinfonía se denominan “Génesis” la primera, “Siguiriya” la segunda, “Ritmo” la tercera y "Consecuencias" la última. Hace muchos años, Manolo Sanlúcar venía diciendo que él quería escuchar a una gran orquesta sinfónica tocar por siguiriyas o por bulerías, y recalcaba “pero sin guitarra”, lo que quería decir que Manolo aspiraba a plasmar el espíritu de los estilos del flamenco en el sonido de una orquesta grande y aquí lo ha logrado cabalmente: la siguiriya del segundo movimiento es sobrecogedora y aunque él también interviene en algunos pasajes con su guitarra, la voz del gran José Mercé está básicamente acompañada por la orquesta. El sensual ritmo de bulerías que caracteriza el tercer movimiento, cajón incluido, y la voz de Charo Manzano más la orquesta jugueteando con las sonoridades como lo haría una guitarra, transforman ese movimiento en algo inolvidable, de extrema emotividad. Y la melancólica profundidad del último movimiento, de una belleza melódica incomparable, cierran una pieza que mucho más que eso, es una de las más auténticas joyas de la música andaluza y de la música flamenca (cuidado, no son la misma cosa) que se hayan escrito hasta hoy.
Sin duda alguna “Tauromagia” es algo de otra galaxia y así lo reconoce todo el que sepa algo de esto, y no porque sí está considerada la obra conceptual más importante en la historia de la guitarra flamenca; es verdad que la “Fantasía” para guitarra y orquesta fue algo inusitado, de gran extensión y belleza; es verdad que “Medea” es otra joyita de guitarra incrustada en orquesta y es verdad que “Locura de Brisa y Trino” quiere abrir nuevas puertas hacia el infinito horizonte de la armonía y que con la presencia de Carmen Linares vuela ya muy alto, pero a mi modesto entender, es penoso que la sinfonía “Aljibe” no esté hoy a disposición de todos lo que quieran escucharla, pues se trata de la obra más grande que haya compuesto jamás un músico flamenco y en esto quiero ser muy claro: he dicho un músico flamenco, porque Manolo Sanlúcar escribió cada nota, desde las de su guitarra hasta el ritmo de los cascabeles que hay por allá atrás, y por lo tanto es una obra íntegramente llegada hasta nosotros desde las entrañas del propio flamenco y no en concomitancia con músicos, tal vez muy célebres, pero que no eran flamencos sino músicos escolásticos (parafraseando al maestro, que ama esta palabra) “cercanos”, “buenos aficionados” o “inspirados en el flamenco”. No, señores, esta música viene de la tierra, viene del flamenco, viene de donde nunca había venido tan clara y evidentemente ninguna otra música compuesta por alguien “de los nuestros”.
Posiblemente a los más jóvenes esta sinfonía podría no resultarles demasiado atractiva, porque en su obsesión por llegar pronto a la próxima luz roja les parezca muy extensa y como me dijo hace años un bendito, “la guitarra no tiene picados...”, pero vaya que les haría bien sentarse detenidamente a escuchar este trabajo que, insisto, no entiendo porqué no ha tenido más y mejor proyección, porqué no se reedita, porqué duerme en algún cajón de esos en que se pudre tanta buena música.
Búsquenla, consíganla, escúchenla y crezcan con ella, sabiendo que el flamenco, hoy, puede ser mucho más que uno que canta, uno que toca y otro que baila. Y “Aljibe”, es del mismo autor de “Caballo Negro”.
Carlos Ledermann