30 julio 2007

Un libro imprescindible


Norberto Torres Cortés, francés de nacimiento, hijo de padres andaluces y residente en Huércal de Almería (España), debe ser hoy por hoy el estudioso, analista, comentarista y crítico de guitarra flamenca, si no el que más, uno de los más capacitados y calificados con que contamos.


Recientemente ha publicado su libro “HISTORIA DE LA GUITARRA FLAMENCA” (Editorial Almuzara S.L.) que constituye sin duda un punto de referencia obligado para todo aquél (o aquella) que esté interesado en la guitarra flamenca ya sea como aficionado, como estudiante o como profesional. Se han escrito páginas interesantes respecto al toque flamenco, de eso no cabe la menor duda y las han escrito personalidades altamente especializadas en el tema flamenco de manera global, pero no completamente dedicadas a la guitarra. Todavía son muy pocas las publicaciones dedicadas a la guitarra flamenca si comparamos su número con el de las publicaciones editadas en torno al cante, pero reconocemos y agradecemos los trabajos de José Manuel Gamboa, Faustino Núñez, Eusebio Rioja y Ángel Álvarez Caballero, entre otros. Pero una cosa es una mirada al mundo de la guitarra, por detenida que sea, y otra muy diferente un libro de 245 páginas exclusivamente dedicado al tema.




Eso es lo que Norberto nos ofrece en este libro, que aborda el proceso histórico de la guitarra en el flamenco desde la segunda mitad del s. XVIII en adelante y pasa por temas tan importantes como los primeros guitarristas flamencos, el método de Rafael Marín (publicado en 1902), las primeras grabaciones, Don Ramón Montoya, Niño Ricardo, Sabicas y Mario Escudero, Manuel Cano, Víctor Monge “Serranito”, Manolo Sanlúcar, Paco de Lucía, toda la generación posterior a ellos, la situación actual de la guitarra flamenca, las nuevas afinaciones, las nuevas tendencias, hasta la escritura musical y la pedagogía en el género.


El libro demuestra un nivel de preparación y conocimiento del tema sumamente profundos. La bibliografía consultada es alucinante y las 101 notas agregadas (de las que habitualmente van a pié de página, pero en este caso están todas reunidas al final) dan como resultado un volumen que debe leer con detención toda persona que, más que tocar notas en su guitarra, quiera SABER sobre lo que está haciendo y quiera ampliar y mejorar su cultura flamenca, si a esto se dedica.


Salpicado de sabrosas anécdotas y lleno de interesantísimos alcances y observaciones del autor, este libro aclara por fin un panorama que hasta ahora se ha mantenido un tanto en penumbra, del mismo modo que algunas figuras del baile ponen a los guitarristas y cantaores tras un velo en el escenario para que no les quiten protagonismo visual. Este velo, esta penumbra en que la guitarra flamenca ha estado sumida, se debe a varias razones que no debemos ignorar: la primera, la falta total de consideración que ha afectado a la guitarra y a los guitarristas en el flamenco, en beneficio del cante.

Segunda y relacionada con la anterior, al hecho de que las publicaciones sobre cante deben sumar fácilmente el 80 ó el 85% de lo que se ha escrito en torno al arte flamenco y cuando planteo esas cifras porcentuales, lo más probable es que todavía me esté quedando corto.

Tercera, en muchos congresos, encuentros o festivales flamencos se encargan conferencias sobre el tema de la guitarra y afines a personas cuya especialidad es el cante y que para no perder ni la oportunidad de dictar cátedra, ni el protagonismo (ni la paga), aceptan hablar de algo que no conocen en lugar de dar un paso al lado y asumir que de eso o no saben, o saben muy poco.

Cuarta, a quién podría interesarle –parece pensarse por allí- lo que pueda haber en la historia de un instrumento que sigue siendo aceptado en tanto mantenga su actitud de sumiso sirviente del cante, por favor, “qué historia puede tener aquello”.

Quinta: la guitarra, el guitarrista, es siempre el culpable de todo lo que sale mal. Como se pierda el compás, JAMÁS el que canta o el que baila van a aceptar que el error fue de ellos y siempre darán una mirada fulminante al que toca, culpándole de todos los males sobre la tierra. Lo raro es que todavía ni cantaores ni bailaores han descubierto todavía con qué instrumento reemplazar a la guitarra y tal vez se deba a que el día que encuentren ese instrumento será necesario que quien lo toque pueda –como el guitarrista- componerle la música a sus espectáculos flamencos. Ahora hay muy buenos pianistas que podrían ser una alternativa, pero cuidado: no en todos los festivales de verano hay un piano disponible y llevar uno puede ser muy caro entre transportes y seguros.

Podría seguir enumerando razones para esta postergación de siempre, pero no quiero alejarme del tema, aunque sí les quiero contar que esto, lejos de cambiar, sigue siendo así: para mediados de Julio, en una localidad cercana a Córdoba, estaba programado un festival flamenco importante. Ya circulaban los volantes y la publicidad de ese encuentro durante los días del Festival de la Guitarra y, vaya paradoja, se mencionaba a todos los cantaores y a todos los bailaores que tomarían parte en ese encuentro y no se mencionaba a uno solo de los guitarristas, en circunstancias de que los que iban a tocar allí eran nada menos que Manolo Franco y Manuel Silveria, entre otros…

Volvamos al libro de Norberto Torres, que hacia el final aborda incluso el tema de la guitarra flamenca fuera de España, las diversas corrientes estilísticas que se practican en el extranjero incluyendo también lo que Torres denomina “la corriente perversa” aludiendo a los mestizajes comerciales y a las formas deformadas que venden como flamenco un producto diet y que compran por millones aquellas personas que Torres refiere certeramente como “públicos no informados sobre flamenco, ávidos de clisés y actitud naïf”. Esa parte se cierra con una contundente declaración de Paco de Lucía respecto de Ottmar Liebert y su “Nouveau Flamenco”.

Nada se le escapa a Norberto Torres, que analiza también el toque en las diversas provincias andaluzas y no andaluzas (en especial Cataluña), los exponentes más destacados de esas formas de entender la guitarra tanto en el acompañamiento como en la faceta solista, deteniéndose de modo especial en nombres como Rafael Riqueni, Niño Miguel, Vicente, Gerardo Núñez, Cañizares, los hermanos “Habichuela” o el francés Juan Carmona, entre muchos otros.
Lo recomiendo responsablemente y a ojos cerrados: si quieres saber de guitarra flamenca, estudia y escucha mucho, pero no dejes de leer este libro único, fundamental e imprescindible, respaldado no solo por los tremendos conocimientos que su autor posee sino también por un hecho que no todos conocen: Norberto es, además, un gran guitarrista flamenco, de modo que ni inventa, ni supone, ni miente.



Carlos Ledermann


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