19 febrero 2009

Hasta siempre, amigo Ramón

Amigos de este blog, ya sé que me he portado pésimo y que no reanudé las publicaciones cuando dije que lo haría, pero estuve lleno de viajes por los últimos conciertos de la temporada 2008 (se entiende por temporada 2008 los compromisos agendados durante ese año, aunque concluyan ya en el 2009) y la verdad es que tiempo no tuve de entrar aquí, pero hoy lo hago porque además de estar finalmente tranquilo, sin conciertos ni viajes y casi disfrutando unas cortas vacaciones, tengo otra razón, aunque triste: el fallecimiento en Enero pasado de Ramón Sánchez Gomez, “Ramón de Algeciras”, el hermano mayor de “El Grande”.
Como la mayoría de ustedes, ignoro la causa de la desaparición de “Tío Ramón” como yo le decía, aunque sé que se debió a una enfermedad prolongada, pero me ha dolido enterarme de ello, ya que desde 1980 me unía gran amistad y afecto a este guitarrista que no solo fue uno de los maestros del gran Paco, sino también uno de los primeros que acompañó a Camarón, entre otros muchos méritos.


Aunque ya lo había visto en 1977 tocando con Paco un programa casi idéntico al de aquél mítico concierto del Teatro Real, conocí como he dicho, a Ramón en 1980 aquí en Santiago. De inmediato se generó entre ambos una amistad que nada interrumpió. Ramón era un perfecto caballero, aunque a veces su temperamento le hacía aparecer como una persona algo distante y hasta huraña si era el caso. Su sentido del humor no siempre se dejaba ver, oculto tras un semblante muy tranquilo y casi introvertido, pero lo tenía y era un hombre quietamente alegre, sabio en el flamenco, profundo conocedor del cante y magistral acompañante.

Fuera de España, los flamencos le conocieron fundamentalmente como segunda guitarra de Paco en las giras habituales que El Grande hacía por todo el mundo. En ese papel, Ramón era quizás el de más bajo perfil en el grupo y sin embargo era pieza fundamental en el entramado de la propuesta del quinteto inicial, ese en que el bajo lo tocaba José Pereira y no estaba todavía Pepe de Lucía (hablo de 1980) y luego en el sexteto que llegó a ser octeto. Su función a veces pasaba casi desapercibida, pero todos los que amamos la guitarra y los que hemos seguido, estudiado, analizado y escuchado por tres décadas la música de Paco, sabemos que si él no hubiera estado muchas cosas habrían sido diferentes, como lo fueron cuando ya no integró el elenco y lo reemplazaron “El Viejín” o Juan Manuel Cañizares, que lo hicieron fantásticamente pero ya no eran segundas guitarras sino protagonistas del asunto.

Alguna vez pregunté a Ramón por qué no tenía él un momento propio en el concierto de Paco, como lo tenían todos los demás integrantes del grupo, un momento para que el público pudiera aquilatar sus facultades y aplaudirlo y me respondió que eso a él no le interesaba, que Paco se lo había planteado alguna vez, pero había rechazado la idea, porque no le atraía figurar más de lo que le parecía prudente. Tal vez era la mentalidad creada por el oficio de alguien que de cualquier manera seguía entendiendo la guitarra como elemento acompañante del cante y, fiel a ese precepto, prefería mantenerse en un discreto segundo plano. Creo que la ocasión de escucharle tocar en solitario está en un disco doble titulado “In Memoriam Niño Ricardo” publicado tras la muerte del gran guitarrista que fue maestro de todos los de su generación. Cuando conocí ese disco, en vinilo y allá en Madrid, uno de ellos contenía un buen número de piezas tocadas por el propio Manuel Serrapí y el otro, las mismas piezas tocadas por otros guitarristas. Allí había un toque de Ramón que demostraba su tremendo talento y técnica, que él no quiso nunca exhibir en público como solista.

Les cuento que la mejor guitarra que probé jamás era la Conde Hermanos de Ramón. Nunca tuve en mis manos un instrumento mejor que ése, se los digo de todo corazón, eso era de otro mundo y todavía, después de tantos años que han pasado desde eso, no probé ninguna mejor. Cada vez que venían a Chile, Ramón generosamente se dejaba un tiempo para prestarme su guitarra y ver cómo yo quería cortarme las venas a lo largo tocando “aquello” y más de una vez, con la misma generosidad, me dio algún consejo que atesoro de modo especial. “Sobrino” - me dijo una vez mientras yo tocaba un poquito su guitarra- “no dejes que ella decida lo que ha de hacer, es buena pero no es tu madre, el que manda eres tú, tócala, sácale sonido, no le tengas miedo”. Nunca lo he olvidado.

La facilidad que Ramón tenía para detectar una buena guitarra era famosa entre los flamencos. Alguien que no acierto a recordar quién exactamente fue aunque me inclino a creer que fue mi buen amigo Juan Estrada, me dijo un día “cuando quieras comprar una guitarra buena, pídele a Ramón que te ayude a escogerla : él es capaz de sacarle buen sonido a un cajón de pescao…” Y no había duda: casi todas las guitarras que Paco tocaba en realidad eran de Ramón (esta infidencia me la contó él mismo) incluyendo, por supuesto, aquella que al final tenía una parte desteñida junto a la boca y que aparece en tantos vídeos de El Grande. Lamentablemente, nunca tuve “lo que hacía falta” para comprar una guitarra como la de Tío Ramón y haber sido asesorado por él.

Lo último que supe de él, hace unos años, fue que me envió desde Madrid su afecto con una amiga en común y me sentí muy contento por ese solo hecho. Porque Ramón nunca me miró como a un bicho extraño por tocar la guitarra flamenca no siendo yo andaluz; nunca miró eso con el desdén pueblerino con que tantos lo siguen haciendo todavía, mientras para quedar bien se siguen llenando la boca con eso de que “el flamenco es ya una música de todo el mundo”. No estoy completamente seguro de que eso haya sido exactamente lo que él pensaba, pero al menos si no lo veía de ese modo, era muy tolerante y no ponía peros absurdos al trabajo de los demás.

Hermano de su hermano, siempre estaba pendiente de Paco, le “estiraba las cuerdas” de su guitarra en el camarín, le dejaba la ropa de actuación lista y alguna vez lo vi “empujarlo” al escenario para iniciar el concierto. Recuerdo muchas cosas simpáticas de Ramón, como el sistema que tenía para estudiar y recordar algunos acompañamientos complejos o alguno que había dejado de hacer por algún tiempo : tenía grabada su mano izquierda en vídeo y cuando tenía que recordar el tema, simplemente revisaba el vídeo.
Ahora se nos ha ido. Me parece que un poco temprano, pero lo cierto es que se nos ha ido. Vaya desde este modesto espacio un recuerdo para él, con mucho cariño, gratitud y la amistad de siempre, de tantos años.

Salud, querido Ramón, por siempre.


Carlos Ledermann


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