13 septiembre 2007

¿Cosa del pasado...?

Entre las generaciones más jóvenes de guitarristas de flamenco empieza a advertirse una extraña tendencia a considerar a Paco “El Grande” como cosa del pasado y lo ponen junto a Sabicas y Niño Ricardo, creyendo que los que reformaron el toque flamenco fueron Gerardo Núñez y Vicente. Del mismo modo, otros consideran que Manolo Sanlúcar es “anticuado” y que Serranito es “añejo”. 
No deja de ser sorprendente e injusto. Si repasamos un poco la historia reciente, y cuando digo reciente estoy haciendo referencia a lo que en la línea del tiempo representan apenas tres ó cuatro décadas, veremos que esta postura está equivocada, quisiera creer que por falta de información.
Poner a “El Grande” en el mismo plano que Sabicas y Niño Ricardo implica desconocer el verdadero aporte de cada uno de los tres. Sabicas fue posiblemente el guitarrista de técnica más portentosa de su tiempo y de todos los anteriores. Sus composiciones se acercaron significativamente –aunque no hasta rozarlo- al concepto que más tarde desarrollaría “El Grande” en términos de crear temas redondos y completos que no fueran ya una simple reunión de falsetas sueltas. Ricardo, por su parte, debe haber sido el creador más audaz que la guitarra flamenca había tenido hasta entonces, innovando en cierta medida en la parte armónica y en ciertos aspectos de la interpretación. Nadie, ni siquiera Sabicas, había puesto tanta originalidad en el toque flamenco antes que Ricardo. Pero lo de Paco es otra historia y para entender esa otra historia debería bastar con leer todos los libros que se han escrito sobre él de manera específica y todo lo que se ha escrito sobre él en tantos libros de flamenco empezando por “Memoria del Flamenco” de Félix Grande (y no “Felix El Grande”, como dicen por ahí) y siguiendo por “Agenda Flamenca” del mismo autor y terminando –en lo que a Félix Grande se refiere- con el maravilloso libro “Paco de Lucía y Camarón de La isla”.

También recomiendo leer a Norberto Torres, y no solo lo que expone en su libro “Historia de la Guitarra Flamenca” sino en lo mucho que ha escrito sobre este tema en revistas, libros, ponencias, conferencias, etc.
Pero además de leer un poco, recomiendo escuchar mucho, empezando por comparar la forma en que se tocaba la guitarra flamenca antes de que “El Grande” apareciera y cómo se toca ya en la generación inmediatamente posterior. Pero no hay que quedarse en los picados porque eso es superficial y de gusto de los acróbatas que viven más pendientes de las formas que de los contenidos: revisen los conceptos armónicos, tomen nota de cómo “reforma” algunos estilos con solo desplazar algunos acentos y cambiar algunas figuras rítmicas características; fíjense cómo desde las modificaciones que introduce en las sevillanas “El Cobre” (“Almoraima”, 1975) cambia para siempre el rígido enfoque estructural que había de este estilo; vean como antes de eso, en “Aires Choqueros” (“Fuente y Caudal” 1973) ya modifica la manera de tocar el puente entre falsetas y desde entonces todos hemos tocado de ese modo; fíjense en el nuevo formato que da a la colombiana en “Monasterio de Sal” (“Solo Quiero Caminar” 1981) tomen nota de cómo rescata, repone y modifica el tanguillo en “Casilda” (“Siroco”, 1988) y esto es solo por citar algunos aportes, porque la lista completa daría para un libro de mi amigo Norberto. Y desde cada golpe de timón que “El Grande” ha dado al toque flamenco, han mamado por décadas todos los aficionados, todos los profesionales, los mundialmente famosos y los guitarristas de pijama, si no todos absolutamente, la inmensa mayoría ha bebido de esa fuente, Núñez y Amigo incluidos. Por favor, si todo eso es cosa del pasado, quisiera saber qué es lo nuevo ¿usar la guitarra y la técnica del flamenco para tocar jazz...?

Muchas veces me he preguntado en qué estaríamos hoy si “El Grande” no hubiera existido. Sí, de acuerdo, habrían estado Serranito y Manolo Sanlúcar, pero incluso ellos mismos ¿habrían hecho lo que hicieron? En la década de los ’60 y ’70, Serranito era conocido por ser “el que tocaba más difícil”. Pero cuidado, que su mérito no radicaba en la dificultad técnica de los temas sino en la calidad musical de lo que hacía y es cuestión de escuchar sus discos, por ejemplo “Virtusismo Flamenco” (sí, lo escribí como aparece en la portada del disco) y a ver quién puede hoy crear y tocar por alegrías y por soleá como él lo hace allí. ¿Qué hoy “se llevan” los acordes con novena, oncena y trecena? Eso tiene sentido solo si se sabe hacer bien, porque de lo contrario, si se hace porque “se lleva”, se corre el riesgo de caer en una verborrea sin sentido.
A Manolo Sanlúcar lo califican de “anticuado” los que no lo pueden entender porque les falta una adecuada preparación y cultura musical que se los permita, pero veamos si “Locura de Brisa y Trino” es lo que podríamos llamar “anticuado”. Los aportes armónicos que Sanlúcar hace en ese trabajo están lejos por sobre lo que podemos escuchar actualmente y la concepción global de cada tema rebasa largamente la simple reunión de falsetas, porque ahí ya no hay falsetas sino frases, desarrollo, estructuras musicales de una complejidad que no está al alcance de todos, es decir, no es música para la venta ni para las radios sino algo muchísimo más avanzado, más desarrollado y más audaz que lo que a veces se entiende por “moderno” sin serlo.

Tal vez de los guitarristas actuales el que mejor desarrolla su “atrevimiento” en el ámbito de la estructura y de la armonía innovando con pleno acierto, es el algecireño José Manuel León en su disco “Sirimusa”. Pero si Serranito, Manolo y Paco no hubieran estado, habría que ver si José Manuel León habría podido llegar a “Sirimusa” y no porque estén ahí desde hace cuarenta años vamos considerarlos cosa del pasado, especialmente si consideramos que hoy por hoy los tres están absolutamente vigentes y cuando tocan, la gente va a escucharlos en gran cantidad y cuando sacan un disco nuevo, todos quieren tenerlo…o bajarlo de Internet.

Ahora, si “El Grande” es cosa del pasado, debo suponer que los 10.000 que fueron a verlo el año pasado a la Plaza de Las Ventas eran todos anticuarios, lo mismo que los más de 4.000 que había en el Teatro de La Axerquía, en Córdoba, en Julio pasado.
El pasado es pasado si todo lo enfocamos desde las hojas del calendario, pero estos tres “antiguos” están más vigentes que nunca. Vicente y Núñez no han cambiado nada y no son los que “reformaron el toque flamenco”. Pueden haberle puesto un sello personal, de acuerdo, pero golpes de timón no le han dado, como lo ha hecho tantas veces el hijo de Lucia Gómez.
De cualquier modo, en mi opinión si uno de ellos ha creado escuela –sin proponérselo porque jamás ha dado una clase- ha sido Vicente y eso es evidente: en todas partes del mundo los aficionados jóvenes quieren tocar como él e imitan hasta sus gestos. Y eso, no es cosa menor.

Carlos Ledermann

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