05 marzo 2006

¿Masificar el flamenco...?


Posiblemente debido a esa pseudo conciencia que nos ha creado la TV y los diversos medios de comunicación, más el concepto de mercado que supone la palabra vender, es que muchas veces me han preguntado “qué se podrá hacer para masificar el flamenco”.
Yo, y este es un punto de vista muy personal, me siento muy contento de que el flamenco no sea una cuestión masiva, porque como he dicho incluso públicamente, creo que en materia de arte todo aquello que se transforma en masivo deja de ser arte y pasa a ser simplemente un producto más. Cuando eso sucede, lo que era un arte se desperfila completamente, pierde su trascendencia, su valor, su significado, y se disuelve su contenido. Si en la propia España el flamenco no es un arte masivo, no veo cómo ni porqué habría de masificarse fuera de su país de origen. Una cosa es que el flamenco guste en todo el mundo y se cultive en una cantidad asombrosa de países y otra muy diferente es que se pretenda transformarlo en un elemento de uso común, cosa que tampoco es ni en la propia Andalucía, donde claro, todos saben qué es el flamenco pero no todos saben cantar, bailar o tocar flamenco.
Es verdad que en las últimas tres décadas se ha grabado bajo el rótulo de flamenco una cantidad considerable de música que en realidad no lo es y no es menos cierto que algunas han tenido un éxito notable, más que nada porque se trata de músicas agradables, rítmicas, fáciles e incluso bailables como es el caso de los mundialmente famosos Gipsy Kings, grupo de gitanos franceses que han basado en la rumba su clave de éxito. Mucha gente cree que eso es flamenco y cuando se le hace escuchar una soleá de Fosforito se aburre, no entiende nada y lo deja porque “el flamenco es otra cosa”.
Y claro, la música de los Gipsy Kings es masiva y de eso no hay duda, como puede serlo lo de “Azúcar Moreno”. No se necesita saber nada para entenderla y para disfrutarla, porque además en su contexto lo de ellos es muy bueno, pero solo en su contexto y hasta ahí, porque eso que ellos hacen no define al flamenco. Por supuesto tocando rumbas es sencillo pensar en la masificación: la rumba va en 4/4, es de estructura sumamente simple y de ritmo pegajoso. No porque sí dos de los más grandes guitarristas que el flamenco ha tenido en su historia, como Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar, se hicieron famosos gracias a rumbas memorables como “Entre Dos Aguas” y “Caballo Negro” respectivamente, que sonaron y siguen sonando hoy en día en las radios, más de treinta años después de su aparición. Solo cuando esas rumbas entraron en las casas y los nombres de sus autores se hicieron conocidos, hubo personas que se interesaron en escuchar el resto del disco en que estaban grabadas y entonces descubrieron que había algo más, mucho más y que eso que había ahí era, ni más ni menos, flamenco. Y de esas personas, un buen número empezó a sentir que esa música que compartía el disco con la rumba era buena, buenísima y decía algo mucho más serio que la rumba. Pero aquí hay que entender de nuevo ese resultado como una cuestión parcelada : las rumbas aquellas siguen sonando en las radios, pero las soleares, las bulerías, las tarantas, las rondeñas que también estaban en el mismo envase, no. Esto significa, claramente, que lo que está en 4/4 es comprensible y por lo mismo se puede masificar, pero con lo demás no va a suceder lo mismo, nunca va ser masiva una seguiriya o unas alegrías a las que el público común, la masa, no le puede seguir el compás con el pié.
Por otra parte y debido a algo parecido a una moda que no ha perdido vigencia en los últimos años, hoy existen en todo el mundo miles y miles de academias de baile, donde se puede aprender –entre otras cosas- a bailar las rumbas de los Gipsy Kings como corresponde y a bailar unas sevillanas, que también gustan mucho al público común. Pareciera que el hecho de asistir a clases de baile flamenco otorga una especie de clave oculta que permite acceder a un mundo misterioso, a veces casi hermético, donde la sensualidad es el alma mater y de hecho hay muchas personas que tienen con el flamenco una relación sumamente cosmética y de esa manera lo viven y lo cultivan, pero eso no significa que de pronto el flamenco pasó a ser de gusto popular, porque incluso quienes lo desarrollan de esa manera son personas que cuando salen de su escuela no se van a su casa oyendo flamenco y no lo vuelven a escuchar hasta la próxima clase y por lo general tampoco saben nada de su historia, sus características y su estética.
Si alguien quiere alcanzar el reconocimiento popular, tendrá que dedicarse a la rumba y que le vaya bien, pero por favor no vaya diciendo que lo que hace es flamenco, no vaya generando más equivocaciones ni engañando a la gente. Pero si se trata de hacer flamenco, según lo que cada cual considere mejor a partir de un conocimiento real, no espere ser ídolo de masas porque las masas no entienden el flamenco y por lo mismo muchas veces lo caricaturizan y se ríen de él.
No hay que moverse a engaño: el hecho de que a una actuación de una figura famosa del flamenco asistan hasta 10.000 personas, como ocurrió en el concierto de Paco de Lucía en las Plaza de Toros de “Las Ventas” de Madrid, el año pasado, o que en cualquier país un teatro se llene de público varios días seguidos para ver un espectáculo de flamenco, no significa en absoluto que el flamenco esté en proceso de masificación, porque vamos a ver cuántas de esos miles de personas tienen verdadera afición y cuántas fueron por curiosidad o acompañando a su pareja.
Por mi parte y en este aspecto específico, espero que el flamenco se quede donde está y lo dejen en paz los que creen que aquello que no sale en la tele simplemente no existe.

Carlos Ledermann